Ayer decía yo que la felicidad que uno tiene en la vida coincide muy aproximadamente con la que es capaz de proporcionar a los demás.
Digo una vez más que la familia no se lleva en la sangre, sino en otras cosas como son el cariño, el respeto y el goce mutuo. Cuando coinciden los genes y lo demás, es la pera.
Y cuando no, para qué empeñarse, hermano.