2.11.13

Los muertos (II)

Cada vez voy menos al pueblo. Desde que mi madre murió mi padre cada vez va menos, y él es el único motivo por el que seguir yendo.

Ayer, mi hermano quería llevar unas flores. Sabe que a mí esas cosas... no es que no me gusten, es que me dan absolutamente igual. Me gustan los cementerios porque cuentan historias o al menos te permiten imaginarlas. Pero no siento que nada de ningún ser querido resida allí. Mi Baronesa lo sabe de sobra, pero ayer mi hermano me preguntaba qué quería que hicieran conmigo cuando toque. Bien quemadito y las cenizas repartidas por ahí, donde los que me sobrevivan quieran. Que quede el recuerdo de lo bueno o malo que haya hecho, recuerdo que se irá diluyendo en la memoria de mis cercanos, y que desaparecerá cuando ellos lo hagan. Tengo cada vez mas clara mi propia infinitesimalidad, y que el olvido será el destino natural de mi vida. Lo cual, además, me produce cada vez menos desasosiego.

La foto es de ayer, muestra de que nuestra tristeza, nuestros mármoles y bronces no significan nada frente al paso del tiempo y a la vida que continúa. Vaya por ti, Cal.


3 comentarios:

Calamidad dijo...

(Me vas a hacer llorar :'-D Sorpresón al abrir el feedly. Gracias.)

Mi relación con la muerte es algo peculiar, solo con ver mi segundo blog... Tendría que contarlo en un post propio, que no quiero invadir tu terreno.

En mi caso también tengo más o menos hablado cómo quiero que sea mi sepelio. ¡Hasta la banda sonora! Tiene que ser una fiesta y mis cenizas alimentaran los pastos de mis montañas norteñas tan amadas. Me gustaría que fueran a Estambul, pero eso ya es harina de otro costal, cosa de ricos y tal. Y al igual que tú sé que mi recuerdo no irá mucho más allá de la próxima generación que, por cierto, todavía no existe en mi caso, así que se irá directamente al sitio donde van los recuerdos de los que nada dejan tras de sí. Infinitesimal, yes. La vida sigue después de todo.

Me ha gustado tu post, NeoGurb. Sacúdete la perecilla de encima y obséquianos con tus palabras con más frecuencia, anda. Una vez al mes, por ejemplo. ;-)

neoGurb dijo...

Eso sí: a mi Petardo le dije hace poco que el día que toque, que al menos se vayan a comer todos juntos: yo invito.

Ana dijo...

Cal: en verdad espero que tu muerte no sea una fiesta, seguro, segurísmo que se te echará de menos. Y lo de alimentar los pastos, je, je, será para que sirvan a otras “vacas sin cencerro” como tú… Perdona, no quería insultarte, pero es que te has puesto un nombrecito… ¡Gracias por tu sonrisa, aunque sea en el feo tema de la muerte!

Y ahora en serio: no me gusta la idea de ser infinitesimal, no, no y NO. (Sonrisas). Pienso en el presente, soy importante para los míos, todos dejamos huella en alguien. No está a mi alcance el saber si existió algo de mí antes de mi nacimiento o si trascenderá después de mi muerte. Viviré en este absurdo intentando ser feliz. Ahora mismo. Ya.

No olvido a los que nos abandonaron, no, no y NO. (Sonrisas otra vez, aunque no peguen). Forman ya parte de mi, de nosotros. Yo creo que cuando se muere alguien querido, nuestra mente se refuerza para no olvidarlo y absorbemos aspectos de su personalidad, justamente aquellos que más huella nos dejaron y podemos realizar. Y así… las gallinas que entran por las que salen, o sea que la energía se “medio-conserva”. En el lenguaje Calamity: el pasto de una vaca se lo comen las siguientes…

Lo malo es que a mi las muertes me pillan un poco despistada, bueno, más bien, las vidas. Y me bajo del burro demasiado tarde. ¡Oh, cuánto l@ quería, qué buen@ y qué perfect@ era! ¿Y por qué no lo has disfrutado en vida, eh, por qué?. Porque eres un poco borriquita, ya ves. Lo malo es que cuando me muera, mis cagarrutas se las comerán otros borriquitos. ¡Ay señor, llévame pronto! (je, jeeee)