Gritos por la calle, bocinazos, explosiones. Me acuerdo de lo que está ocurriendo en Libia, o en Siria... Alguien que lucha por cosas en las que le va la vida. Pero no, tan sólo son los seguidores del Madrid (o del Barça, tanto da) que celebran nosequé partido o nosecuál copa.
Diez días después, decenas o cientos de millones de personas se emboban viendo en televisión el boato de una boda, los fastos a los que acuden los vástagos de familias tocadas por el dedo de algún dios que les puso por encima de los demás.
Día por medio, desentierran a un medio santo en Roma, y se juntan otro millón de devotos para celebrarlo. Y quien nos representó en la boda, ahora nos representa allí. No sé si cerca o lejos de otro excelso invitado, una bellísima persona como es el señor Mugabe, del que deberían extraer reliquias ahora que está vivo (de huesos, de vísceras, de zonas dolorosas), por si algún día también lo beatifican.
Para terminar la temporada, ayer se cepillan a alguien que no digo yo que no esté bien muerto, no. Pero de ahí a que todo el mundo aplauda el hecho, pues no sé yo. Bueno, no todos. Si tengo que estar de acuerdo con alguien, es justamente con los que piden que una muerte no sea motivo de alegría. Que son justamente los del párrafo anterior.
Ya no es que no entienda nada, es que directamente me voy a comer cinco kilos de churros para ver si me encuentro a mí mismo.
1 comentario:
Con chocolate, siempre con chocolate!
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