8.8.08

Tres mentiras

Como dirían los de El Jueves, esta es la imagen de portada, pero teníamos más:


Dice el jefazo de los chinos que las olimpiadas son una oportunidad de entendimiento entre China y el resto del mundo. Es decir: tras los juegos olímpicos, una vez que hayamos quedado deslumbrados por la parafernalia organizativa, por las imágenes deslumbrantes y por las gestas de los atléticos héroes, seguro que seremos capaces de entender las cosas que ocurren en China. O tal vez sean ellos los que entiendan que es el momento de desterrar definitivamente determinadas costumbres, como la de vendar los pies de sus mujeres o la de encarcelar a quien les lleve la contraria. Porque sobre lo de los derechos humanos que les decía el otro día el emperador, le han dicho que se monte aquí, aunque bien le podrían haber contestado con un sencillo tu quoque.

No soy futbolero, y no me suelo tragar demasiadas retransmisiones deportivas, aunque seguro que me engancharé y me emocionaré con el esfuerzo de los atletas. Y olvidaré todo lo que hay detrás de los juegos, los intereses económicos que hacen que los líderes políticos defiendan libertad y democracia con la boca pequeña, mientras firman acuerdos comerciales con el mayor mercado potencial del mundo.

Del mismo modo que cuando veía algún concierto de Rock in Rio olvidaba que su presunto compromiso social no es más que otra forma de publicidad, aunque ese festival dedica (parte de) sus beneficios a causas sociales y mediambientales. Entendiendo como beneficios lo que queda tras retirar la parte del león, cuando las empresas constructoras y promotoras han cobrado y los propios organizadores se han llevado sus sueldazos. Una vez hecho esto, se van a hacer cosas tan ecológicas como montar el mayor árbol de navidad del mundo, que sólo gasta dos megavatios de electricidad a la hora.

No iré a la Expo de Zaragoza. Me coge lejos, pero además es otro lobo con piel de cordero, que se cubre de una capa de sostenibilidad para generar una riqueza que irá a manos de constructoras y especuladores: los de siempre. Hay muchos motivos para aborrecer semejante invento. Con independencia del daño que ha causado al Ebro, me pregunto cuántos pozos y potabilizadoras se podrían haber realizado en África con los 750 millones de euros que se van a gastar.

Pero ya sabemos:
Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos...