18.10.10

Accidentes

La profe:

- Marichu, dime un accidente geográfico.

(Ella pone cara de esto a qué viene, a ésta se le ha ido la pinza)

- Pues te caes de una montaña y te rompes un hueso.

21.9.10

:-)

No soy fetichista. Me gustan las cosas por la utilidad que me prestan. Debe de ser por eso por lo que resulta -dicen- tan difícil hacerme regalos. No me encariño con los objetos, ni les adjudico un valor más allá de su uso inmediato o futuro.

Y por eso, aunque soy un lector compulsivo, no me gustan los libros de un modo especial. Si quiero leer algo y no tengo quien me lo preste, lo compro. Si lo hay en edición de bolsillo, mejor que en rústica (mientras la presbicia me lo permita). Realmente no son los libros lo que me gusta: es la lectura.

Por eso, mi Baronesa ayer me regaló uno de mis objetos codiciados. No por el cacharro en sí, sino porque espero que me proporcione muchas, muchas horas de placer. Digo yo que será por eso que el simbolito de estos señores es una sonrisa.

20.5.10

Resistencia

Aunque uno sepa que no es cierto, que probablemente nunca lo será.
They will not force us
They will stop degrading us
They will not control us
We will be victorious
Qué hermoso suena...

17.4.10

En blanco

Hace algún tiempo también la vi comprando en el hiper. Al llegar a casa, le dije a mi Baronesa "He visto a Lupe, la pija, aquella amiga tuya". En aquella ocasión ni siquiera la saludé porque creí que no me había visto, y tampoco es que mi relación con ella llegase a ser cercana como para no dejar pasar la oportunidad.

Esta tarde íbamos los dos, y en el mismo sitio, mientras pagábamos, la vi en una caja cercana. Era evidente que en esta ocasión sí me vería y saludaría, así que llamé la atención de mi media naranja, "mira, ahí está Lupe". Antes de que me pudiera contestar, mientras yo pagaba, Lupe nos miró y sonrió, y se dirigió sólo a mi.

Lo malo no es que no la saludase a ella. Es que me saludó llamándome por mi nombre. Y a ella, ni una palabra.

Mi chica no la conocía de nada. No solamente no era la tal Lupe, lo cual indica mis magníficas dotes como fisonomista. Lo realmente humillante es que por más que me estrujo la cabeza, no tengo ni idea de su nombre, ni qué la conozco.

Y si fuera la primera vez que me pasa...

Joder.

11.4.10

Veinticinco años

Mi baronesa tenía entonces veinte años, y yo aún menos. Éramos tan jóvenes y tan inocentes como cualquiera que supere los cuarenta puede pensar. Teníamos algunas certezas que luego se demostraron ilusiones, y otras que siguen siendo ciertas día a día.

Hace veinticinco años una boda por lo civil no era normal, ni nosotros lo éramos. No había embarazo, de igual modo que no hubo noviazgo. En la ceremonia -ambos vestidos de gris- un juez frío y adusto nos habló de artículos del código civil y nos despachó antes de que los últimos de los treinta invitados hubieran terminado de entrar en la sala, no sin antes advertir que no se nos ocurriera llenar la puerta con arroz o similares.

Empezamos con poco más de setenta mil pesetas en muebles -un mes de mi sueldo de entonces- y un cascado Citroën C8 familiar que nos regaló mi padre. En el salón, una mesa y dos sillas de camping; un sofá, una manta que hacía de alfombra y muchos cojines en el suelo, y un viejo televisor portátil en blanco y negro. En la cocina, las cajas de la mudanza hicieron de muebles de cocina durante muchos meses.

Los primeros tiempos fueron tan duros como el clima soriano en el que nos instalamos, a casi setecientos quilómetros de la familia y los amigos cercanos. El ambiente que nos rodeaba era opresivo y lleno de mala gente, en aquel pueblo en el que había más vacas que humanos, y eran casi más comunicativas que ellos.

Exactamente a los seis años nació Petardo, ayer cumplió diecinueve.

En el camino se nos han quedado ilusiones, vidas y amistades. Hemos tenido nuevos hijos e hipotecas. Y aquí estamos, aún compartiendo trabajos e ilusiones. Como decía alguien ayer, sintiéndonos cada vez más rara avis entre nuestra gente, llena de parejas separadas o recasadas. Los Ingalls dicen que si algún día nos separamos será que definitivamente el mundo se va a acabar. Dejando traslucir una cierta envidia, alguien nos preguntó hace tiempo cuál era nuestro secreto para seguir juntos y con la convivencia en buena forma. Mi respuesta le pareció absurda por lo evidente, pero para mí sigue siendo la única que puedo dar, porque el amor nunca es bastante: respeto. De lo cual se derivan muchas otras cosas, como hacer que la confianza no dé asco, como escuchar las opiniones del otro y considerarlas al menos tan inteligentes como las propias. Como considerar que sus defectos ya conocidos no pueden ser mayores que las virtudes que aún desconocemos. Como asumir que el amor del otro hay que trabajarlo y merecerlo cada día.

De modo casual, ayer estuvimos en un concierto de Luis Pastor:
Amar es combatir,
si dos se besan el mundo cambia,
encarnan los deseos,
el pensamiento encarna,
brotan las alas en las espaldas del esclavo,
el mundo es real y tangible,
el vino es vino, el pan vuelve a saber,
el agua es agua,
amar es combatir, es abrir puertas,
dejar de ser fantasma con un número
a perpetua cadena condenado
por un amo sin rostro.

 

Hoy son ya veinticinco años y un día, dulce condena.

28.3.10

Che

Esteeeeee...

En otra vida quiero ser argentino. Hablar con esa rapidez y usar el idioma de ese modo que los de este lado del océano no sabemos si es poético o chulesco. Que tengan que subtitularme para que me entiendan los que hablan mi mismo idioma. Decir tenés, pelotudo, joda, pibe, dar bola, piola.

24.3.10

Aire

Recordaba esta mañana a una alumna que casi llegó a ser amiga. Tras año y medio preparando su oposición, y tras alrededor de otro año esperando notas, listas, méritos y más listas, finalmente obtuvo su plaza. Por los pelos, pero lo consiguió. Durante todo ese tiempo compartimos conocimientos, elucubraciones y nervios. Nos habíamos prometido una celebración que cerrase ese ciclo. Cuando llegó el momento, pegó una espantada en base a que alguno de sus compañeros menos afortunados no había respondido a no se qué correos. Y hasta ahora.

Y lo que pensaba durante el desayuno era en cuánto había invertido en esa persona. Desde luego, mucho más de lo que mis honorarios de profesor comprometían. Muchísimo. Sin embargo, no tengo sensación de haber sido despreciado, no me duele. Tal vez si escarbo un poco aprecio un ligero escozor, pero nada más. No necesito mirar para otro lado, es que simplemente el dolor no está ahí.

Volviendo a lo que escribía el otro día, parece ser que uno con los años aprende y se aproxima a lo que quiere de la vida. No siempre ni en todo, pero lo es a veces. He aprendido a cerrar puertas, o tal vez la imagen sea otra: abrir ventanas que se ventile el interior y se renueve el aire.

13.3.10

La situación

Mis líos son:
  • Sigo estudiando un ciclo de informática.
  • Preparo una charla para el cole de mi hija, sobre los niños e Internet.
  • En el último mes, he estado dos semanas en Madrid haciendo cursos.
  • He impartido un curso para mis compañeros de trabajo (de un día, pero qué duro).
  • Corrijo el libro de un buen amigo (ya voy, ya voy, tranquilo).
  • Intento seguir con el piano y no faltar a clase, y estudiar al menos un poquito.
  • Atiendo mi trabajo y esas otras pequeñas chapuzas inevitables.
  • Procuro anteponer a lo anterior mi firme intención de ser padre de mis hijos, esposo de mi esposa y amigo de mis amigos. Y tengo la sensación de que lo consigo cada vez más.
Sin embargo, y aunque parezca extraño, me encuentro estupendamente y sin agobios. Tal vez la edad tenga algo de bueno, o tal vez realmente uno acabe por aprender cómo quiere vivir.