Digo yo que no será por aquello de que la pela es la pela, sino por cosa de sentimientos, pero sigo sin entenderlo. Probablemente sea porque no tengo ni una gota de sentimiento nacionalista (me la pela ser español, extremeño, alentejano o portugués). La idea europeísta que en su día me parecía bonita ha quedado a la altura del barro, visto en lo que se ha convertido la comunidad europea.
Admitiendo mi incomprensión y mi indiferencia ante centralismos y nacionalismos, mi sensación es que los políticos catalanes están haciendo lo que mejor saben hacer los políticos: manejar y exacerbar los sentimientos que les interesan en cada momento, con la única idea de barrer para casa. Pero ojo, no para la casa de los catalanes: si barren para alguna casa, barrerán para la suya.
En fin, que si al final es que sí, pues que lo paséis bien. Seguiré tomando cava en lugar de champagne. Seguiré prefiriendo que gane el Barça al Madrid. Y algún día, cuando pueda, iré a desayunarme unas mongetes amb butifarra a Riudecanyes; aunque me tenga que llevar el pasaporte.
(para mí siempre habían sido munchetas, qué bueno es esto del Google)