15.12.05

No te mojes la barriga

Espacio 1999 fue mi serie favorita en la infancia. Casi no la recuerdo, pero recuerdo perfectamente lo que me ilusionaba verla, lo que inspiraba mis juegos. Seis años después, la luna sigue ahí, igual de cerca/lejos, cada noche.

El 2000 era algo simbólico e ilusionante. Vacaciones en nave espacial, robots superserviciales, casas inteligentísimas con puertas que hacen "ssssshhhhhh....." para abrirse, los coches volando... A día de hoy, lo único que vuela son los euros cuando oyes aquello de "Ha elegido usted....gasoleo...A...". Con voz de robot, eso sí.

2001 pasó y mi ordenador no se decidió a hablarme ni a matarme ni nada de eso. Ningún monolito fue descubierto, que yo sepa. Cuatro años más tarde, sigue sin haber vida inteligente en este planeta, o casi.

2005 también era un año tremenda, simbólica y acojonantemente importante en mi futuro imaginado: Yo mismo con cuarenta tacos. Cuando tenía diez o doce años era inimaginable. Cuando estaba en el instituto me parecían mayores mis profes de veintitantos. Los de cuarenta, por supuesto, eran poco menos que ancianos.

A mi hija se le redondean los ojos cuando me pregunta la edad, y se le abren tanto que en su centro se forma un agujero negro por el que viajo hasta mis siete años (allá por la baja edad media o así) y, a través de su mirada, me veo a mí mismo con mi edad actual. Queda así demostrada la existencia de los viajes en el tiempo, ¿o no?.

Aquí es cuando uno debe decir aquello de que la edad se lleva en la mente o eso de que me siento como cuando tenía dieciocho años o incluso lo de que estoy mejor que nunca, en la flor de la vida y cosas así.

Y aquí es donde uno debe callarse cositas como que ya es difícil que consiga doblar mi edad, o que siento que hablaban de mí en los problemas aquellos de "un padre tiene tres veces y media la edad de su hijo mayor, cuatro veces la del mediano y...", o que noto que el mayor de mis hijos siente que su edad mental va muy por delante de la que los demás nos empeñamos en que tiene, y sobre todo que él no se plantea ninguna de las cosas del párrafo anterior.

El caso es que la cacareada temida consabida típica crisis no parece afectarme. Lo mismo es porque, en el fondo, sigo siendo un inmaduro. Cuarentón, pero inmaduro.

En algún sitio oí o leí aquello de que "El que con veinte años no es de izquierdas, no tiene corazón. El que con cuarenta no es de derechas, no tiene cabeza". Doy fe de que cabeza tengo, y de buen tamaño. De qué esté llena o vacía, es otra cuestión. Porque en ese sentido esto no tiene pinta de cambiar.

El caso, y para continuar con cosas más importantes: Que tal vez para el 2019 se escapen unos cuantos robotitos Nexus 4 que se parezcan a Daryl Hannah y nos animen el cotarro. A ver cómo anda uno para entonces, y en qué. Lo mismo he vuelto a cambiar de trabajo y me dedico a cuidar ovejas eléctricas y a retirar replicantes. O, como quiere mi hermano, he pedido Servicio Exterior y estoy trabajando en alguna embajada. En Ganímedes, o por ahí cerca.

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