17.5.06

Las razones de mis amigos

Hay quien piensa que la amistad es una especie de título, algo que se adquiere y otorga derechos. Si así fuera, a estas alturas tendría cientos de amigos, tantos como he ido teniendo a lo largo de los años. Pero algo distinto ocurre, porque los amigos son una especie en extinción. Cuesta trabajo encontrar alguno, y sobre todo resulta prácticamente imposible que sobrevivan en cautividad.

Pensaba escribir una especie de reglamento del buen amigo, pero cuando lo he ido madurando -si eso es posible en mí- he visto que, más que unas normas inviolables, lo que uno necesita buscar en la gente son determinados síntomas, como si fuera una enfermedad. O determinados comportamientos, como si en efecto fueran una raza aparte. De los que he podido reconocer, ahí van algunos:

Saben que siempre estoy ahí, aunque no siempre esté visible. Que llamo poco, aunque siempre estoy dispuesto a contestar o a devolver las llamadas. Utilizan mis servicios cuando necesitan una chapuza o un abrazo, y guardan la factura por si algún día me la pueden pagar. Pero la guardan en lugar seguro, sabiendo que yo seguramente perderé mi copia.

Detectan mis defectos, pero los minusvaloran. Saben que son parte de mí, y su existencia no impide que me quieran. Los consideran algo pasajero que entre todos iremos trabajando. Si han de recriminarme algo, lo hacen confiando en que la próxima vez seré más cuidadoso o más atento; y esa regañina no es una condena, sino una pieza más para mi evolución.

Conocen mis virtudes, y alguna que otra vez me las nombran para que no se me olviden.

Me muestran lo que saben, pero no pretenden enseñarme nada. Opinan sobre mis actos, pero no me aleccionan.

Si alguna vez les repruebo, tienen presente que mis críticas parten desde el cariño y el interés por su persona. Y nunca -nunca- responden: "Pues tú..."

Comparten conmigo sus tristezas, para que juntos las desgastemos. Y sus alegrías, para que juntos las degustemos. Muestran su humanidad ante mí, porque saben que yo también soy un ser compuesto de algunas grandezas y muchas miserias.

Aunque mis aficiones les resulten ajenas o extrañas, se interesan por las cosas que me gustan y a veces intentan ver el mundo a través de mis ojos. Procuran conocer mis gustos, y si pueden leen los libros que leo, ven las películas que admiro o escuchan la música que me conmueve. Cuando a ellos les gusta un libro, una película o una música, los comparten conmigo. Porque saben que los hilos que nos unen son como la seda: Son fuertes pero tenues, y están compuestos por miles de finísimas hebras fabricadas con emociones.

Son educados: Tienen la llave de mi corazón, pero suelen llamar antes de entrar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

EXCELECENTE DECLARACIÓN DE LA AMISTAD

SALUDOS

PPROMPEOLAS