9.11.06

La pescadilla...

Una durísima apostilla de johnson sobre el post de Pobreza Cero me hace pararme de nuevo sobre el tema, yendo más allá del copiopego de las palabras que otros escriben. Os recomiendo leerla entera, aunque sólo sea por la cera que sus críticas dan a todo el mundo. Tal vez lo blogísticamente correcto sería responder en los comentarios, pero creo que la extensión de su texto, su sensatez y el trabajo que ha dedicado merecen ser primera página, aquí o en muchos otros sitios. Es decir: un post genera una apostilla que a su vez genera un post. La pescadilla que se muerde la cola.

Sería excesivo intentar responder a todo lo que johnson plantea, aunque algunas cosas sí que se me ocurren:
No se puede estar de acuerdo con perdonar la deuda externa, porque dicho así queda bonito, altruista y vacío. Esa deuda existe por haber comprado, pongamos por caso, coches para los tiranos de turno, o tractores, me da igual, y hay que pagarle a la Mercedes o la John Deere, p. ej., el caso es que al condonarla, no la paga ese pais o los gobernantes de ese pais o los granjeros que disfrutan los tractores.
Hombre, poder como poder, que se puede. No entiendo lo suficiente sobre estas cosas como para saber hasta qué punto nos la están colando, que seguro que por algún lado lo están haciendo. Porque yo sé -porque lo he visto- que es cosa común que las ayudas al desarrollo que se dan a países del tercer mundo lo son de un modo bastante peculiar. Por ejemplo, recuerdo una preciosa partida de coches y camiones de "ayuda" para Mozambique, donados por nuestro gobierno hace unos años, que yo estuve montando en parte. Preciosos, nuevecitos y perfectamente equipados, incluso con material antidisturbios. Claro, porque esos coches y camiones eran para la policía. Pero digo yo que ese dinero tal vez hubiera causado más beneficio si se hubiera empleado en uno o dos camiones para construir pozos, y en los cachivaches necesarios para montar veinte o treinta de ellos. Que no digo que la policía sea una cosa mala, no. Pero tal vez sea más importante beber cada día agua en buenas condiciones. Porque dicen unos señores que el año pasado no sé qué mogollón de gente se murió de una cosa tan tonta como la cagalera, porque se dedican a beber agua no potable (sarcasmo: hay que ser burro, con lo limpita que sale del grifo de mi casa). Y hablando de economía, parece que sería más barato solucionar ese problema que hacer frente a los gastos que supone no hacerlo. Y los países del tercer mundo gastan tantos recursos en atender sus catástrofes sanitarias que no pueden invertir en infraestructuras que las evitarían. Otra pescadilla.

Además, debemos tener en cuenta que una buena parte de la deuda se le debe al Fondo Monetario Internacional o al Banco Mundial, y que los señores de Mercedes o de John Deere hace tiempo que cobraron. Y que no es lo mismo que el gasto se haya realizado en coches de lujo o en tractores, no. O a mí no me lo parece. Y que en muchos casos lo que está sangrando a esos países no es la deuda en sí, sino los intereses de la misma, que es lo que se entretienen en pagar, los muy tontos, en vez de amortizar el capital pendiente.
Tampoco la paga mi país, ni los gobernantes de mi país, sino yo con mis impuestos y hasta el último y más paupérrimo de los trabajadores españoles con sus impuestos, incluso la viuda que percibe una pensión no contributiva, porque ha pagado el IVA de lo que compra para comer. El caso es que le pagaríamos a REPSOL, a la BMW, a la tomatera de Montijo, da igual, pero a estas hay que pagarles ¿por qué han de ser los ciudadanos españoles sin que nadie les pregunte y sin hacerlo voluntariamente?
Como siempre, todo es relativo. El más pobre de nuestros pobres está infinitamente más protegido que muchos de la clase media de muchos de esos países. Al menos tendrá acceso a comida, alojamiento y sanidad. Y si no accece a ellos tal vez sea por un problema de marginación (o automarginación), no de pobreza. Que por supuesto que es un problema que habría que solucionar, otro más.

Por otra parte, cuando me adhiero a una campaña como ésta, estoy diciendo muy claramente que sí estoy dispuesto a pagar, voluntariamente. Precisamente de eso se trata, de que mediante estas cosas seamos muchos los que digamos que sí, que nos dejamos, que estamos dispuestos a apretarnos un poco -porque realmente no es tanto el esfuerzo- el cinturón, para que otros también lo puedan hacer, cuando la barriga hipertrofiada por el hambre se les deshinche.

Como todo es relativo, admito que en muchas ocasiones he pensado que no llegaba a final de mes, pero desde luego no creo que las haya pasado nunca canutas. Ni yo, ni la mayoría de las personas de mi generación, de esta generación que como cosa imprescindible tiene la casa llena de pantallas de plasma y playstations y los bolsillos llenos de ipods y de dinero. Tengo claro que con lo que yo -clase media, niños, hipoteca- he gastado cualquiera de los últimos años en vacaciones podrían vivir varias familias todo el año en determinados sitios. El planteamiento no es "vamos a renunciar a todo lo que tenemos" para mejorar la situación del tercer mundo. Tal vez debería ser "¿a qué tengo que renunciar para hacerlo?". Estoy convencido de que no es tanto, y desde luego yo sí estoy dispuesto a hacerlo

Está claro que habría que controlar más de qué modo y a quién se le dan las ayudas, pero también a quién se le venden las armas, y a quién se presiona para que cambie el régimen político de su país. Está claro que los políticos son los reyes Midas de la mierda, y que todo lo que tocan acaba adquiriendo esa pátina marrón y maloliente. Pero eso no hace que se pueda meter en el mismo saco determinados gobernantes populistas -algunos de ellos despreciables o ridículos, otros no tanto- y a dictadores, sobre todo porque algunos de los primeros han sido elegidos mediante sistemas democráticos, más o menos justos o transparentes.

El post de johnson es tan agudo, tan largo y contiene tantas cosas que seguir probablemente daría materia para otro blog. El caso es que estoy de acuerdo con la existencia de muchos de los problemas que señala, aunque sólo puedo estar muy en desacuerdo con su enfoque, sobre todo porque me produciría una enorme amargura creer que no hay forma de solucionar esto, y que la única solución será hacer callo como defensa íntima ante el dolor de ver en las noticias las hambrunas, las epidemias y las guerras.

Siempre me he envidiado a aquellos capaces de adherirse a una confesión religiosa, de verdad. Quien cree lo que su libro sagrado o su profeta o su gurú le dicen y es capaz de creerlo a pie juntillas obtiene a cambio un tipo de felicidad de la que otros carecen. La felicidad de obtener respuestas sin gasto de cerebro, sin necesidad de preguntarse qué está bien y qué esta mal, qué cuadra con tu vida y qué no. Encontrar nítidamente definidos los límites del pecado y de la virtud acojona, pero es más fácil mirar una línea recta que una difuminada. O imaginarla.

Por eso no pertenezco a ningún partido político, a ninguna religión ni a ningún movimiento pro algo o contra algo. Todos aquellos que me proporcionan consignas que seguir, dogmas que aceptar o ideas que considerar intocables me producen repelús. Pero hay gente que tiene mis simpatías, cómo voy a negarlo. Greenpeace, Ayuda en Acción, Médicos del Mundo o Vicente Ferrer son gente, si no indiscutible, que al menos pone suficientes ganas, esfuerzo y trabajo como para merecer mi respeto y admiración.

Cuando veo una campaña como la de Pobreza Cero, no puedo menos que creer que es necesario difundirla y apoyarla. Aunque no esté de acuerdo con todo lo que postulan, o aunque no tenga claro si algunas de las cosas que dicen son auténticas burradas. Es como cuando doy mi voto a determinados políticos que sé que no van a obtener ni siquiera un escaño por mi provincia. Tal vez no sirva de nada, pero tal vez precisamente por eso. Si esos políticos a los que voto obtuvieran el gobierno probablemente esto sería un desastre mayor que el que ahora disfrutamos. Si determinadas campañas lograsen todos sus objetivos, vete a saber por dónde saldría la cosa. Imaginad que los compromisos de Kyoto se empezasen a cumplir mañana. Lo mismo nos tocaba a la mayoría apretarnos el cinturón más allá de lo que la muchos estaríamos dispuestos a aceptar, o lo mismo tendríamos que darle la razón a Lovelock (a quien admiro y respeto enormemente) y comenzar a sembrar plantas nucleares por todas partes. Porque lo del desarrollo sostenible es una gilipollez que casi nadie está dispuesto a comenzar por su casa. Digo yo, vamos.

Ya me gustaría a mí saber qué hacer con todas las cosas que plantea la campaña, o con las que plantea johnson (algunas son las mismas, otras en absoluto). Respeto sus posturas -y le considero mi amigo por el hecho de leerme y de darme caña- pero me niego a asumir lo que me parece desánimo o derrotismo por su parte. Hago lo que puedo, en la medida de mis posibilidades y de mi propio egoísmo y mi apego a la comodidad de esta vida neoburguesa que me he procurado. Lo que sí me parece evidente es que algo hay que hacer, y que cada uno debe hacerlo como mejor le parezca, con lo que esté a su alcance. Hay quien se va a Sierra Leona (olé sus cojones), y hay quien se hace socio de una ONG. Conozco gente que apadrina un niño del tercer mundo, y conozco gente que hace va un poco más allá y lo adopta, aunque después haya quien diga que lo hace por snobismo.

En esencia, mi gran problema es que sigo siendo un iluso. Soy bastante mayorcito como para saber que lo ideal es imposible, pero sigo teniendo la suficiente poca cabeza como para pensar que las utopías son tan irrealizables como deseables. Y que cuando en nuestra cabeza, en nuestras manifestaciones o en nuestras campañas ciudadanas pedimos algo utópico -pobreza cero, control de armas, abolición de la pena de muerte- debemos ser conscientes de que los de siempre -los gobernantes, los lobbys, los reaccionarios- ya se encargan de realizar su parte: hacer que la realidad se superponga a la utopía, impedir que las ideas se lleven por delante la realidad. Porque si no, todo seguirá como hasta ahora, y será la realidad la que se lleve por delante las ideas, y no habrá nada que pueda cambiar el mundo. Otra pescadilla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

yo no soy mr. johnson y ahora comprendo apostilla personal en mi correo.

pero veo que el debate generado es intenso y, efectivamente, te alejas del copieteo

estoy de acuerdo con los dos

yo soy así de esquizo