Llevo suficientes años moviéndome por Internet como para conocer lo suficiente acerca de la netiqueta que cualquiera bien educado debe usar en sus relaciones virtuales. Nunca escribo con mayúsculas, siempre pongo asunto en mis mensajes de correo, no hago caso a los trolls. No recuerdo ninguna vez en la que le haya dado caña a alguien o no haya sido medianamente descortés sin pretenderlo.
Pero en esto de retransmitir la crónica de mi vida y de las pequeñas tonterías que a veces se me ocurren desde luego me reconozco ignorante. Resulta raro que esas pequeñas ocurrencias acaben siendo leídas por otros, y mucho más raro que esos otros se tomen la molestia de hacer comentarios al respecto.
Pero es que, normalmente, no sé qué decir. No salgo de mi sorpresa cuando veo que nosecuantas personas han entrado en este espacio, y algunas incluso se han paseado por él durante diez, veinte o cincuenta minutos. Eso me apabulla hasta el punto de que en momentos decido no mirar las estadísticas, porque me descubro pendiente de ellas de un modo que me parece por momentos insano. No porque las mire muy frecuentemente, sino porque me doy cuenta de que me importan tal vez más de lo que deberían, sobre todo cuando veo que suben de una semana a otra.
Escribo para que me lean, pero cuando alguien me dice que me ha leído siento mucha vergüenza, llego incluso a ruborizarme (a mi edad, tiene narices). Y si es en directo, no os podéis hacer idea.
No sé si lo correcto sería demostrar que las apostillas me halagan por el interés que suponen, y me interesan por lo que aportan. No sé si debería contestarlas o no, pero desde luego me gustaría que cualquiera que pase por este espacio y quiera dejar su firma se sienta no sólo libre de hacerlo, sino además invitado a ello. Y sobre todo, agradecido, muy agradecido por mi parte.
6 comentarios:
Bah...
No hace falta, ya quedas bien con tu escrito.
Los comentarios son eso, comentarios. Yo nunca comento si no hace falta, si el relato no lo precisa. Hoy, como puedes ver, lo precisaba.
Hay blogs que, al ser de opinión, son para ser comentados, discutidos o incluso criticados.
Si te leemos es por lo bien que escribes y lo interesante que relatas, eso es suficiente.
Si no comentas un comentario es que no lo precisa, así de simple.
Un abrazo.
Yo también me he disculpado algunas veces por no responder a los comentarios, porque veo que hay otros que sí lo hacen, y compruebo que así es como se llega, en algunos blogs, y algunas veces, a mantener una conversación. Pero no soy capaz de hacerlo en el mío.
La mayoría de las veces porque no sé qué decir. Reconozco que en un blog personal es muy difícil acertar con los comentarios, y por tal tengo al mío. En el que me gusta que los haya, aunque no sea tampoco de las que se prodigan en los que habitualmente leo. Y también ha habido veces que me he obsesionado con las estadísticas, pero esa es otra historia. :)
Aquí me he acostumbrado a venir, y a charlar, porque te reconozco y te siento cercano. Pero no espero que me respondas. Como yo no lo hago.
Por aquí seguiré. Sé que lo sabes. Aunque no siempre deje tarjeta de visita. :)
Yo, que soy de las que suelo contestar, entiendo perfectamente vuestra postura. A mí me ruboriza cada uno de los comentarios depositados en mi blog, me halaga, y me sigue sorprendiendo, día a día.
Supongo que depende del grado de timidez
o no, quién sabe
Un abrazo, neogurb
Si es que en el fondo, a tod@s nos puede la vanidad.
Entiendo que se contesta por cortesía, pero entiendo también que no es obligatorio hacerlo.
Un saludo:-)
Como decía un amigo, es mi blog y me lo f... ah, no perdón... creo que eso era con el gato :-)
Yo te encontré un día, saludé y no me contestaste. y ya ves, aquí estoy toda ofendida :-D No pensaba volver a decir nada, pero como te has puesto provocón ;-)
Un beso...
¿Agradecido? De nada, por la parte que me toca. Porque me ha tocado.
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