Estaba yo como ausente, al menos de esta bitácora, que dicen los puristas. Muchas cosas se han cruzado al medio últimamente, de no poca enjundia y trascendencia en mi vida.
Mas no escatimaré a mi magra audiencia una razón que me trajo por momentos fuera de mí, y aún más de aquí, hasta que terminé de recapacitar y vino mi mente al lugar preciso, de lucidez o vaya vuesa merced a saber.
Pues fue la cosa que terminando mi estancia en la capital, y que acercándome a uno de esos sitios de mucho gasto y poco provecho, tras dilapidar una buena parte de mi magro sueldo, voy y veo esto:
Espantóme tal visión, y raudamente mi cabeza se puso a dar vueltas y más vueltas. ¿Cómo era posible que aquellos señores se hubieran dado cuenta del peligro que suponen tantos y tantos desocupados escribiendo sin ton ni son ni cabeza ni mesura? No pude menos que tomar una prueba gráfica para constancia de los tomasianos y creencia de los descreídos.
Tardé en serenarme, y tardé más en convencerme de que esta actividad no podía ser tan grave, ni interferir de modo importante en momentos de urgencia vital. Y cuando volví, pasado un tiempo, a examinar lo que creía prueba irrefutable de la peligrosa influencia de la uebdos, los erreeseeses y los fiids y esas cosas en el mundo tangible y real, no podía salir de mi asombro.
Aún me pregunto qué malvado mago habrá trocado las letras confundiéndome, no sé si en esta ocasión o en aquella. Y aún me pregunto si no será un castigo divino por no haber releído este año pasado las aventuras de aquel hidalgo, como según parece estaba mandado. Y aún me pregunto si la señorita a la que se refiere el anuncio serviría para una emergencia. Porque si está tan de esa manera...
No hay comentarios:
Publicar un comentario