17.7.06

Le retour

Sin ganas, pero aquí estamos de nuevo.

Muchos kilómetros de coche y unos buenos pocos a patita, pongo la marca en mi mapa de países visitados (que no conocidos, eso sería otro cantar). Francia, en rojo. Había otra alternativa más exótica y lejana, que me hubiera permitido colorear un trocito de Asia, pero finalmente el euribor y los intereses hipotecarios pudieron más.

Si he de resumir rápidamente, decir que entiendo algunas cosas más sobre los franceses. Por ejemplo, su chauvinismo. Cuando en España los tristones de Carlos V y su hijo sumergían su país en la oscuridad con la amable guía de quienes ustedes saben y gustaban de recluirse en monasterios oscuros y deprimentes, su colega francés Francisco I se dedicaba entre otras cosas a construirse casitas de campo para irse de caza. Y así sucesivamente, gozando de la famosa joie de vivre. Ese darle gusto al cuerpo que por ejemplo ahora vemos convertido en un museo que quita el hipo, y que fue una de las residencias reales hasta que Luis XIV decidió que se le quedaba en poco, y decidió que prefería una parcelita en el campo. Se entiende también un cierto complejo por parte de los españolitos que muy a duras penas podían intentar emularles. A su lado, resultaban poco menos que los vecinos catetos del sur. Estos tíos todo lo hacían más que a lo grande, a lo bestia. A la vista de estas cosas, también entiendo que bien se ganaron a pulso que les cortasen la cabeza. Lo extraño es que no se decidieran a hacerlo antes.

Finalmente, me quedo con imágenes sueltas, con cosillas de esas que te llaman la atención y te llevan a filosofar un poco más al norte de lo habitual.

Por ejemplo, ya sé que el destino final de todos nosotros se encuentra en la línea 9 del metro de París:



Por otra parte, aprende uno que Dumas estaba equivocado, su famoso lema no era el de los mosqueteros...


... sino que eran los tenderos los que estaban dispuestos a seguir el lema a rajatabla, y de hecho así ha seguido hasta nuestros días: El lema sigue siendo el mismo y el uno sigue siendo el mismo. Aunque los todos, los que nos proveen de lo necesario para nuestro sostén diario, ahora sean las multinacionales, las empresas de comunicacion y los bancos.

Qué se le va a hacer, siempre queda el consuelo de la poesía. Justo en la acera de la Sorbona, tal vez contradiciéndome, esta maravilla:


Y para terminar, dos pequeñas tonterías. La primera es un pequeño concurso cuyo premio consiste en conocer un poco mejor tus vicios: ¿Conoces esta puerta? ¿La has visto muchas veces? ¿Te has apoyado en ella? ¿Para hacer qué, eh?


Y como despedida, un rinconcito de la Ciudad de la Luz, que no creo que sea esta:


Tiene uno derecho a contar sus viajes como mejor le venga en gana. Quien esperase otra cosa, que hable con su amigo librero y se compre un a buena guía, o que se agarre el coche o el avión y se pegue un garbeo por allí. Ea.

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