5.1.08

Rebajas


Se supone que el día siete de enero empiecen las rebajas. No es cierto. Comienzan el día seis.

Como hablaba esta tarde con el Sr. Ingalls, la magia de la navidad consiste en el deseo de renovación, de que lo delimitado por el año que comienza sea mejor que lo que teníamos. Sentimos que con los nuevos calendarios en la pared cambiamos de piel, recargamos las pilas de las ilusiones y adquirimos energía que durará más que los trescientos y pico días que se anuncian. Dejar de fumar, perder peso, leer más, pasar más tiempo con los niños.

El final de la navidad lo marcan los regalos recién desenvueltos, y las rebajas comienzan justamente en el desorden de los papeles de regalo hechos trizas y arrugados llenando el salón. Los juguetes no son tan bonitos como en los anuncios, las colonias no contienen las feromonas que nos conviertan en bombas sexuales, los juegos alrededor de los que la familia y los amigos deberían divertirse tanto resultan sosos y repetitivos.

Después, los propósitos se van diluyendo igual que decrecen los días que restan del invierno. Apenas conseguimos reducir unos cigarrillos, adelgazamos si acaso un par de kilos, seguimos leyendo los escasos minutos que nos sentamos en el baño. Y los niños siguen creciendo sin que nos demos cuenta, y la próxima navidad es posible que ya no nos pregunten sobre esos comentarios que han oído en el cole sobre la auténtica identidad de los Reyes Magos. Recortamos, rebajamos, devaluamos.

Por mi parte, tal vez tiene razón Pau en el sentido de que ya no espero nada. Tal vez no espero nada, pero eso no quiere decir que no lo desee. No espero lo imposible, pero lo deseo. De hecho deseo muchas cosas. Deseo que las palabras de paz duren más que los papeles que envolvían los regalos. Deseo que el ambiente familiar se respire incluso cuando hay que arrimar el hombro en la ingrata tarea de cuidar a nuestros viejos. Deseo que los niños conozcan el mundo real, pero decidan seguir viviendo la magia maravillosa de la vida. Y así, deseo muchas cosas que sé que no llegarán este año que comienza.

Tampoco es grave: aunque los sepamos inalcanzables, aunque los devaluemos y rebajemos, los deseos son la energía que nos moverá los próximos trescientos sesenta días, y más.

7 comentarios:

Sebastián Puig dijo...

Eso ocurre cuando uno se engatusa con sus propios deseos, como si fueran a venir concedidos sin esfuerzo. Mi estrategia es apretar los dientes y perseverar hasta que puedan mis fuerzas. Sé que no conseguiré la mayor parte de lo pretendido, pero lo que haya logrado (diré mejor hayamos puesto que no estoy solo) me sabrá a gloria. Todo se deprecia, en efecto, pero es algo sustancial a la Naturaleza. Lo importante es desechar lo accesorio y tratar de conservar los pequeños tesoros que vamos recolectando en la vida. Más que nada para que todos los días podamos mirarnos al espejo sin avergonzarnos demasiado ¿no te parece?

neoGurb dijo...

Sí, si estamos de acuerdo. El sabor agridulce de la navidad me llena la boca cuando veo lo que hay a mi alrededor: no me escuece el gasto, sino el derroche. Y no me molestan las cosas materiales, sino el materialismo.

Precisamente lo importante es que ninguno de mis deseos para este año es algo que pueda venir envuelto en un paquete. Y de lo otro, de lo que es más intangible, finalmente lo importante acaba siendo lo que tiene que ver con los demás.

Arcángel Mirón dijo...

El deseo no entiende defechas, esasí aunque insistan. El deseo está siempre, y eso sí es un milagro atemporal.

Anónimo dijo...

Bueno...
Con mis hijos conseguí que creyeran en la magia muchos años más tarde. En la magia de la sorpresa.
Todo es proponérselo, hacer que tiemblen de alegría y emoción.

La vida es lucha, y la lucha es tanto llorar como sonreir.
La vida es tirar para adelante mirando lo que dejaste con la justa añoranza, con la mínima fijación.
El que anda mirando siempre para atrás tiene el hostión asegurado, y eso lo digo en el sentido que nos ocupa.
Mientras podamos hagamos unas risas con nuestros recuerdos, con una copa de cava en la mano, con un gin-tonic y cuatro amigos... Sí, es lo mejor, pero sin lágrimas, solo con una sonrisa.

Princesa dijo...

Yo estoy en esa fase que no quiero nada, no me propongo nada nuevo para los años que comienzan.

Tengo una peque de cuatro años..., y aprieto los dientes para que nadie, en dónde me incluyo, le quite un ápice de felicidad. El único miedo que me invade es saber que sólo soy madre, y no siempre le podré arrancar las sonrisas cuando quiero y siempre que me lo propongo.

¡Qué le voy a hacer, Sr.Neogurb, pero me ha encandilado usted!

Ya tiene una nueva lectora.

Anónimo dijo...

Pues ya tiene otra nueva lectora, que encima le ha dejado una pregunta en el blog de Pau.

Las necesidades en los paises desarrollados nos las vamos creando. Soy hija de ocho hermanos y nunca me importó lo mucho que tuvieran otros, para mis padres éramos el mayor capital y desde luego el mayor gasto y aprendí en aquellos tiempos lo que práctico hoy, la sobriedad, me da igual lo mucho que tengan otros,

Saludos

Paqui dijo...

Hola cuñao, pasa por mi blog que tienes un premio esperandote, jeje, para que veas que me acuerdo de ti.
Besitos