16.4.08

El espejo

Hace unos meses entré en un grupo musical. No quiero dar nombres, ni hacerles una publicidad que no merecen. Al día siguiente, mientras nos preparábamos para una actuación, viví cómo su director expulsaba a uno de sus miembros -seguramente el más brillante- de un modo injusto y violento, sin derecho a réplica.

En este caso, el líder tomó una decisión errónea, azuzado por alguien cercano. Lo hizo en un lugar inapropiado, con palabras inadecuadas y ante personas que jamás debieron presenciar aquella escena. Horas más tarde, se disculpó ante el resto del grupo con lágrimas y buenas palabras. No ante la persona agraviada.

Para una semana después estaba pendiente una actuación que muchos de ellos consideraban la más importante de la vida del grupo: en la propia ciudad, en el acto festivo de más importancia del año, con televisión en directo y toda la parafernalia mediática local. En mi opinión, el momento ideal para hacer valer la idea de grupo, presionar y que se reparase la injusticia, o que se fuera todo al garete.

Desde luego, todo ocurrió como era previsible. Como en un guión ya sabido y sobado, de puro repetido.

En mi caso la cosa estaba clara, y no contaba: acababa de llegar, esa persona me había introducido, y además es mi profesora y amiga. De los demás, prácticamente todo el grupo tuvo llamadas o mensajes de apoyo para con la expulsada. Pero de todos ellos, únicamente tres personas se plantaron y la apoyaron. El resto se limitó a justificarse: "sólo soy un miembro, yo no decido", "es que si me voy ahora estoy puteando al resto", "vamos a pasar la actuación y luego aclararemos las cosas". Eran formas de soslayar la realidad: nadie está dispuesto a perder algo -dinero, viajes, aplausos, diversión- a cambio de una idea.

Aunque la idea sea la de amistad, honradez o decencia.

Era un grupo musical, pero podría haber sido cualquier otro: de amas de casa o de paracaidistas, la cosa siempre funciona igual.

Quede claro que no me arrepiento, esta vez igual que tantas otras. Generalizando, no creo que por las noches ellos -los infames, los traidores, los vendidos, los peseteros- duerman peor. Antes al contrario, seguro que duermen estupendamente, repachingados en el éxito y rodeados por la complacencia de quienes pertenecen a su estirpe, que inevitablemente es la ganadora.

En la infancia vamos juntando piezas, con las que durante la adolescencia nos construimos a nosotros mismos. Según parece, ese edificio interior no cambia una vez formado. Tal vez por eso ya no llevo la cuenta de las veces que en aras de alguna de esas tres palabras o de alguna más lejana he perdido dinero, oportunidades profesionales o reconocimiento. Creo que nunca he obtenido una compensación posterior, al menos en lo visible. Aunque si de lo visible hablamos, lo que sí tengo muchas veces es la sensación de que se me queda, cada vez, la misma cara de gilipollas.

8 comentarios:

Miranda dijo...

No sabes cómo te entiendo.
Cualquier colectivo es difícil, pero relacionado con la música y el escenario...ahí ya es la pus.

Un abrazo.

M.

Anónimo dijo...

Debemos estar bien con nosotros mismos. Cada uno es responsable de sus actos frente su conciencia y cada uno tiene la suya. Hay quien la tiene de un color y hay quien la tiene de otro.
Hoy, hablando con una amiga sobre política, le recordaba que no debemos extrañarnos que el ladrón robe y se vanaglorie de ello, como tampoco irritarnos puesto que no es uno de los nuestros. Lo que sí debe irritarnos es que uno cercano que chulea de honestidad robe con engaño.
Hablábamos de Berlusconi, de Zaplana, de Chirac... ladrones que no se esconden y se vanaglorian de serlo. ¿Nos irrita? ¿Por qué? Pero de hacerlo un comunista la cosa cambiaría.
Estamos rodeados de sinvergüenzas, lo que no significa que sean cobardes o valientes, de todos los colores; pero son los nuestros los que nos alteran. Los demás solo nos producen chanza, sobre todo cuando roban a sus propios amigos.

memoria dijo...

Te encuentro en mi primer día y me gusta lo que leo. Este espejo te refleja con bastante claridad y no me deja indiferente lo que veo.

Voy a seguirte y ya te iré diciendo.

Arcángel Mirón dijo...

Yo creo que sí dejamos cosas de lado a cambio de una idea, sólo que no siempre. Es difícil dar la cara por un desconocido o un enemigo. Y no es lo mismo perder una fiesta un sábado a la noche que perder el trabajo. No creo que se pueda generalizar.

neoGurb dijo...

No, querido arcángel, no generalizo, me empeño en no hacerlo. Describo lo que vivo, y en demasiadas ocasiones ha sido tan igual... Lucho por no meter a todo el mundo en el mismo saco. Del mismo modo que lucho por no dejarme arrastrar por mi egoísmo, o por la comodidad. No quiero verme en el saco, prefiero ver esa cara reflejada, y mirar mis ojos en ella, sin avergonzarme.

Anónimo dijo...

Efectivamente, ahora por el camino a tu casa seguramente encontraras muchos ojos que mirarán al vacio o al suelo por no mirarte a los ojos donde sólo ven su cobardía, pero los que te miren...esos si que son gente de verdad. Normalmente la mayoría se identifica con la masa y a la masa, ya sabes: "pan y circo". A veces hasta estoy orgulloso de ser tu hermano.
Un abrazo

Paqui dijo...

Pues nada el que no quiera que no te mire y si se te queda la sensación de la misma cara de gilipollas, ni te importe. Tienes un corazón que no te cabe en el pecho y de eso doy fe porque te conozco. Eres una persona con principios y para mí eso es muy importante, sabes que me meto contigo muchas veces pero en el fondo te quiero mucho. Un besito guapo y besos a "la familia telerín"

Toy folloso dijo...

Cada vez que no eres lo valiente que debieras, se te abre una llaga en la conciencia, de difícil curación.