Durante años, de modo periódico, me maltrataba una enfermedad que nadie sabía de dónde venía, ni qué podía causar aquellos síntomas. Bromeando, decía a mi mujer que notaba que me iba a venir la regla, porque solía atacarme aproximadamente cada mes. Me hicieron decenas de pruebas que no arrojaban resultado alguno. Me sometí a tratamientos muy desagradables y tuve que soportar la elocuente mirada de algunos grandes especialistas, que por educación no se atrevían a llamarme lo que pensaban de mí. Pero los dolores eran físicos y reales, muy reales. Tanto, que una médico (que fue quien únicamente se acercó al problema) con la que hablaba en una ocasión me llegó a decir que le resultaba llamativo lo bien que conocía y describía mi dolor.

Años después, aún tengo alguna pequeña crisis, nada comparado con aquello. Habrá quien me lo discuta -y no se lo discutiré yo-, pero tengo claro que nuestro organismo se ve influido por nuestra mente de modos que a nuestros médicos se les escapan, y que somos bastante más cosas que células y fluídos. Y que es importante saber que los pensamientos se solidifican, pesan y se vuelven físicos, aunque los únicos que podamos notar ese peso y sus efectos seamos nosotros mismos.
3 comentarios:
Jamás pondría en duda el peso real de los pensamientos. No somos sólo carne y hueso.
Joder cuñao como piensas, jeje. Efectivamente no somos solamente células y fluidos.
Ya me contaras que es lo que te pasaba si lo escrito es por ti.
Un besito
Yo sufrí hace bastantes años una crisis de ansiedad que me llevó por el camino de la amargura. Vomitaba, me ahogaba con la comida y padecía espasmos muy dolorosos. El médico, amigo, como no, de mi compañera, me dijo que probablemente era ansiedad; y me hizo mil pruebas, a cuál más jodida, hasta que me harté y les dije que si creían que era ansiedad, por qué no me dejaban ir a un psiquiatra.
Me respondieron que era para descartar. Pues empecemos por descartar la locura y luego veremos, les respondí.
Ya ves...
Ya la he liado.
Vaya comentario más chungo.
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