4.12.06

Despedidas

Como casi siempre, todo se encadena.

No me gusta mucho escribir sobre los blogs, sobre su mundo y sobre las corrientes internas que guían su funcionamiento. Me suelen gustar poco los metablogs: blogs que hablan sobre los blogs, gente que mira el ombligo de gente que habla de gente que mira su ombligo. Cuando cualquiera de mis favoritos escribe una entrada sobre este mundillo suelo pasar sobre ella sin prestar más atención. No me interesa la filosofía que habla sobre estas cosas, sino la descripción que cada uno va haciendo de sí mismo a través de sus escritos.

Pero hace unos días que le daba vueltas a varias cosas relacionadas con este espacio, con lo que digo en él, con lo que callo. Con cómo me relaciono con otras personas que entran en mi vida leyéndolo, y cómo esas personas u otras me interesan y me influyen a través de los suyos.

En particular, pensaba sobre los remordimientos que a veces -no demasiadas- siento por el hecho de ser tan anárquico, de publicar de modo tan irregular y tal vez tan espaciado. Tal vez tendría más visitas si escribiera con una cadencia más fija, con un plan definido o con unos temas más enlazados entre sí. No me faltan cosas que contar, pero me resisto a que esta parcela de mi vida refleje mis asuntos cotidianos. Hay que ser muy maestro para hacerlo y que el blog no se convierta en un diario quejoso de nuestras amarguras, de nuestra lucha diaria contra la rutina y la vulgaridad. Conozco unos cuantos que consiguen hacerlo, no muchos. Y de ellos, precisamente mi muy querida y admirada Amanda acaba de echar el telón. El caso es que anoche leí su último artículo y no me enteré. Ha sido esta mañana cuando lo he entendido.

Como siempre que nos despedimos de alguien, uno echa de menos lo que no hizo, lo que no le dio a esa persona. En este caso, lamento no haber hecho más referencias a sus brillantes escritos, o no haber hecho más comentarios en sus artículos, que tal vez hubieran hecho que sintiera la importancia de su día a día en el de sus lectores.

Hay más gente que toma esa decisión, o que se deja llevar por el mundo real y deja en la estacada su otra presencia por aquí. Clementine lo anunció el otro día oficialmente, Vainilla no publica desde nosecuándo, Mercè nos dio un susto pero lo repensó y regresó (mis favoritas son mujeres, como siempre). Hay más gente, en mi bloglines o en mis marcadores, pero no se trata de hacer una relación.

Esta noche me he soñado en el ejército, mis compañeras se marchaban al frente. En particular, dos de ellas muy queridas por mí. Las abrazaba con auténtica emoción y con miedo por ellas, les daba besos y les decía que se cuidasen, que no hicieran locuras, que se asegurasen de volver vivas y enteras.

Qué cosas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te leo por la mañana, en la oficina, en contra de mi costumbre, aprovechando una jornada plácida y sin apenas público. Afortunadamente porque sensible(ra) como estoy, me he emocionado con tus palabras. Las de aquí y las de allí.
Estaba deseando llegar a casa para decírtelo.

A mí me interesan las personas que, más que seguirme, me han acompañado durante esa etapa pasada del blog. Que tendrá continuación, no lo dudes, en cuanto mi ánimo se fortalezca un poco.

Y ¿sabes una cosa? Sabía que tú estabas ahí, aunque silencioso. En un blog tan personal como el mío se necesita, por encima de todo, el calorcillo de los amigos. El tuyo llegaba, no lo dudes. Y te lo agradezco. De corazón.